En la publicación anterior escribí acerca de nuestra necesidad generacional de demostrarlo todo a través de la ciencia y en nuestro caso, en la necesidad de comprobar, a través de la arqueología, la historicidad y la procedencia de las personas del Nuevo Testamento. Es necesario confiar en el evangelio y en las interpretaciones a través de los siglos para conocer mejor el contexto de los personajes que siguieron a Jesús de Nazareth.
María Magdalena es mencionada por los cuatro evangelistas y en los cuatro se hace referencia al topónimo de Magdala, e incluso en Lucas sabemos que se trata de la región de Galilea.
Aunque los evangelios son claros respecto a la procedencia de María, en los últimos años distintas teorías sobre el nombre de "Magdalena" y la ubicación correcta del sitio arqueológico han estado en cuestión. La arqueología de Magdala revela que era un asentamiento considerable para la región, con varias hectáreas de ocupación. Sabemos que la fundación del asentamiento fue durante el período helenístico (cerca de 100 años a.C.) y que se extiende hasta el siglo III d.C. (aunque en algunas zonas se puede ver actividad posterior, como por ejemplo los restos arqueológicos de un monasterio en el terreno de la Custodia Franciscana).
La población de Magdala del siglo I seguía las leyes y costumbres del judaísmo. Esto lo sabemos por los objetos descubiertos, como la cerámica, un tipo de vasos de piedra caliza característicos de Galilea y Judea, y también por la presencia de baños rituales. La identificación de una sinagoga es clave para entender el tipo de pobladores de Magdala y, en lo personal, los objetos que más explican la etnicidad de un poblado: el arte. En Magdala tenemos dos pisos de mosaico, ambos con diseño geométrico floral muy sencillo que en realidad se trata de una manifestación del respeto del mandamiento de no representar nada de lo creado en cielo y tierra, una característica única del judaísmo de este periodo.
Por ley y costumbre, las mujeres en la antigüedad tenían su nombre en relación con un hombre, y los judíos no eran la excepción. En distintos textos podemos leer que las mujeres se conocían como "la hija de", "la esposa de" o "la madre de". En el caso de María, su nombre está relacionado con un sitio: Magdala. Aunque esto ha sido motivo de debate en los últimos años, sabemos que las leyes judías permitían que algunas mujeres, sin estatus familiar con algún hombre, conservaran tierras, y su nombre estaría relacionado con sus posesiones. Por esta razón, podemos pensar que María de Magdala era una mujer sin estatus marital, con cierta independencia legal y económica que le permitía tener un nombre propio.
En conclusión, aunque no tenemos una inscripción que nos hable sobre los detalles de María Magdalena, sí contamos con evidencia arqueológica que nos proporciona contexto sobre los hechos y personajes del Evangelio. Los habitantes de Magdala eran seguidores de las leyes y costumbres del judaísmo, por lo que podemos suponer lo mismo de María. Su nombre, obedeciendo a la ley, sugiere que era una mujer con cierta independencia legal y económica, y que muy probablemente poseía una tierra en el poblado del que toma su nombre, es decir, en Magdala de Galilea.
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