VI Domingo del Tiempo Ordinario
Lecturas del día
Maldito quien confía en el hombre; bendito quien confía en el Señor
Esto dice el Señor: «Maldito quien confía en el hombre, y busca el apoyo de las criaturas, apartando su corazón del Señor. Será como cardo en la estepa, que nunca recibe la lluvia; habitará en un árido desierto, tierra salobre e inhóspita.
Bendito quien confía en el Señor y pone en el Señor su confianza. S
erá un árbol plantado junto al agua, que alarga a la corriente sus raíces; no teme la llegada del estío, su follaje siempre está verde; en año de sequía no se inquieta, ni dejará por eso de dar fruto.
Dichoso el hombre que ha puesto su confianza en el Señor
Dichoso el hombre que no sigue el consejo de los impíos, ni entra por la senda de los pecadores, ni se sienta en la reunión de los cínico; sino que su gozo es la ley del Señor, y medita su ley día y noche.
Será como un árbol plantado al borde de la acequia: da fruto en su sazón y no se marchitan sus hojas; y cuanto emprende tiene buen fin.
No así los impíos, no así; serán paja que arrebata el viento. Porque el Señor protege el camino de los justos, pero el camino de los impíos acaba mal.
Si Cristo no ha resucitado, vuestra fe no tiene sentido
Hermanos:
Si se anuncia que Cristo ha resucitado de entre los muertos, ¿cómo dicen algunos de entre vosotros que no hay resurrección de muertos?
Pues si los muertos no resucitan, tampoco Cristo ha resucitado; y, si Cristo no ha resucitado, vuestra fe no tiene sentido, seguís estando en vuestros pecados; de modo que incluso los que murieron en Cristo han perecido.
Si hemos puesto nuestra esperanza en Cristo solo en esta vida, somos los más desgraciados de toda la humanidad.Pero Cristo ha resucitado de entre los muertos y es primicia de los que han muerto.
Dichosos los pobres; ¡ay de vosotros, los ricos!
En aquel tiempo, bajó Jesús del monte con los Doce y se paró en una llanura, con un grupo grande de discípulos y una gran muchedumbre del pueblo, procedente de toda Judea, de Jerusalén y de la costa de Tiro y de Sidón. Él, levantando los ojos hacia sus discípulos, les decía:
«Bienaventurados los pobres, porque vuestro es el reino de Dios. Bienaventurados los que ahora tenéis hambre, porque quedaréis saciados. Bienaventurados los que ahora lloráis, porque reiréis. Bienaventurados vosotros cuando os odien los hombres, y os excluyan, y os insulten y proscriban vuestro nombre como infame, por causa del Hijo del hombre.
Alegraos ese día y saltad de gozo, porque vuestra recompensa será grande en el cielo. Eso es lo que hacían vuestros padres con los profetas.
Pero ¡ay de vosotros, los ricos, porque ya habéis recibido vuestro consuelo! ¡Ay de vosotros, los que estáis saciados, porque tendréis hambre! ¡Ay de los que ahora reís, porque haréis duelo y lloraréis! ¡Ay si todo el mundo habla bien de vosotros!
Eso es lo que vuestros padres hacían con los falsos profetas.
¡Suscríbete y acompáñanos en esta peregrinación virtual!
Recibe cada lunes en tu correo electrónico la meditación correspondiente al Evangelio del próximo domingo como parte de nuestro programa "Recorriendo la Tierra Santa de la mano de San Lucas". Únete a nosotros en esta reflexión semanal, recorriendo los lugares sagrados de la Tierra Santa mientras te preparas para vivir la Santa Misa con mayor profundidad y fe.
Al suscribirte, recibirás:
- Un enlace exclusivo al video de la meditación del próximo domingo.
- Contenido adicional que enriquecerá tu experiencia espiritual.
¡Inscríbete ahora y vive la liturgia de cada domingo de una manera más significativa!