“Se espera la labor del pico del arqueólogo”, escribía el P. Bagatti en 1967 al contemplar el solar ocupado otrora por el-Mejdel. El pico no tardaría en llegar.
En 1971 los padres franciscanos Virgilio Corbo y Stanislao Loffreda comenzaron las excavaciones, sacando a la luz el muelle del puerto helenístico y romano de Magdala (ss. II a.C.-II d.C.), con su adyacente plaza flanqueada por cuatro monumentales pórticos. Junto a esta plaza había un complejo de termas romanas, con un mosaico en el que se podía ver representado, entre otras cosas, un barco del s. I. Cerca había unos baños rituales judíos (miqve), y en ese contexto se hallaba un elegante edificio cuadrado que el P. Corbo pensó que era una “minisinagoga”; si bien hoy en día muchos dudan que lo fuera, el pequeño edificio sigue siendo un misterio. En el extremo sur del terreno y en parte ya fuera de él, los arqueólogos descubrieron los restos de un monasterio bizantino (ss. V-VII d.C.), con varias habitaciones decoradas por pavimentos de exquisitos mosaicos. Además, justo fuera del portón de su terreno, los franciscanos encontraron los restos de lo que podría ser la iglesia del monasterio: aunque le faltaba el típico ábside semicircular, se trataba de un edificio de tres naves, y esparcidos por él se hallaron restos de un cancel (comulgatorio).
Excepto esta supuesta iglesia, que por estar fuera de su propiedad hubo de ser cubierta de nuevo, todos los demás hallazgos se pueden disfrutar hoy visitando el parque arqueológico de los padres franciscanos.
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