Hemos hablado de peregrinos italianos y españoles que pasaron por Tierra Santa en tiempos otomanos. Ahora es el turno de un francés: el jesuita Michel Naud.
El P. Michel Naud visitó Galilea hacia 1670. Su paso por Magdala fue fugaz, porque, según cuenta, los guías “nos hicieron ir un poco rápido”. Tan rápido que se confundió, y pensó que el villorrio de el-Mejdel (o sea, Magdala) era Betsaida: “Sus restos son tan poco notables, que muchos de los nuestros ni siquiera la vieron”. Sin embargo, siguiendo su camino hacia Tiberiades, vio junto al mar una torre en ruinas, a la que los lugareños llamaban Burj el-‘Ásheq (la Torre del Amante), y los guías le dijeron que aquello era la antigua Magdala. “Este Magdalum era el castillo del que Santa María Magdalena tomó su apellido”. También le dijeron que “todavía se pueden observar allí los muros de una iglesia”, aunque las prisas impidieron al P. Naud acercarse al lugar para verificarlo. Lo que describe el P. Naud no parece ser lo que nosotros conocemos como Magdala, sino el lugar en el que se encuentra actualmente la Iglesia ortodoxa de Santa María Magdalena, a medio camino entre Magdala y Tiberíades.
No sabemos qué oscuras tragedias amorosas habrán a los árabes a llamar a aquel lugar “la Torre del Amante”. En cualquier caso, hay que decir que no queda nada mal aplicado a María “la Torre”, en cuya boca la liturgia pone aquellas palabras del Cantar de los Cantares: “Me levantaré y rondaré por la ciudad, por las calles y las plazas, buscaré al amor de mi alma”.
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