Había una prohibición de larga data entre los judíos que impedía cortar árboles de acacia en la zona de Magdala. Esta prohibición buscaba honrar una antigua tradición, según la cual el Arca de la Alianza fue construida con madera de Magdala.

Según el Midrash del Cantar de los Cantares, cuando el patriarca Jacob y sus hijos viajaban por la tierra de Canaán (hoy Tierra Santa), cortaron y almacenaron madera de acacia de Magdala. Años más tarde, cuando se vieron obligados a huir de Canaán debido a la hambruna que azotaba la tierra y bajaron a Egipto, llevaron consigo esta misma madera de acacia.

El libro del Éxodo explica que, después de que pasaron muchos siglos, los egipcios esclavizaron a los israelitas. Fue entonces cuando Dios llamó a Moisés para liberar a su pueblo y llevarlo a la Tierra Prometida. En el desierto del Sinaí, Dios ordenó a Moisés que “hiciera un arca de madera de acacia” para las tablas de la Ley (Éxodo 25:10). Surge entonces la pregunta, ¿dónde habría encontrado Moisés madera de acacia en medio del desierto? Como el lector ya habrá adivinado, algunos de los israelitas aún conservaban la madera que sus antepasados habían cortado mucho tiempo antes en Magdala.

No pondré la mano en el fuego para defender la exactitud histórica de esta historia. Sin embargo, era una tradición, y las tradiciones, siendo lo que son, tienden a estar muy arraigadas en las personas. Por lo tanto, es bastante probable que cuando Cristo caminó por Galilea, los habitantes de Magdala se jactaban de que el objeto más sagrado de Israel, el Arca de la Alianza, había sido construido con madera de Magdala.