En 1807 llegó a la llanura de Genesaret el explorador alemán Ulrich Jasper Seetzen. Iba tan solo acompañado por un guía llamado Hussein, y entraron a la llanura de Genesaret por el norte. Junto al abandonado caravasar de Beit-Zeide (hoy Horvat Minnim) el guía le dijo al explorador que había perdido su abrigo; que lo esperase mientras iba a buscarlo. Tomando prestados su caballo y su pistola, partió.
Pero dejemos que sea el mismo Seetzen quien nos siga contando su historia: “Esperé algún tiempo [a Hussein] sin resultado […] La región era solitaria y estaba deshabitada; la pequeña llanura que se extiende desde allí hasta Mejdel estaba cubierta de matorrales. La noche se acercaba, y convencido de que Hussein me había abandonado a traición, pensé escaparme de un lugar tan lleno de peligros. Habiendo caminado un poco, caí en las manos de dos árabes que estaban escondidos en los matorrales; afortunadamente escapé de ellos y una hora después del atardecer llegué al pequeño poblado musulmán de Mejdel, situado en la ribera del lago, donde pasé la noche. A la mañana siguiente, llegué felizmente a Tiberiades”.
El relato de Seetzen da buena idea de lo peligrosa que se había vuelto la zona al noroeste del lago de Tiberiades, pero al mismo tiempo da una hermosa pincelada sobre los habitantes de Mejdel-Magdala: por lo menos aquella noche, los magdalenos dieron refugio a nuestro atribulado aventurero.
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