En los años 70 del siglo pasado, los arqueólogos encontraron en Magdala los restos de un gran monasterio de la época bizantina, con evidencias de que en dicho monasterio acogían a los peregrinos que pasaban por allí.
El monasterio, ubicado al sur de la propiedad de los franciscanos, se extendía por un espacio de 8.500 m² cercado por un muro. En el norte de este recinto había unas habitaciones con suelo de mosaico: posiblemente las estancias dedicadas a los peregrinos. Un poco más al sur, había una sala que los arqueólogos pensaron podría ser la iglesia del monasterio, puesto que allí encontraron algunos objetos de iglesia, aunque este asunto no es del todo claro. Además, dentro del gran patio del monasterio había un balneario, que, según se piensa, estaría destinado al aseo y descanso de los peregrinos. Ningún escrito antiguo menciona el monasterio de Magdala, pero es un hecho que este tipo de monasterios dedicados a la atención de peregrinos existían en Tierra Santa. Egeria cuenta a menudo cómo se hospedaba en monasterios a lo largo de su peregrinación, y ruinas semejantes a las del monasterio-albergue de Magdala (incluido un balneario), se encontró en Kursi, al otro lado del lago.
Como dice san Lucas, María Magdalena “servía al Señor con sus bienes” (Lc 8, 3). Siguiendo su ejemplo, los monjes bizantinos de su Magdala natal siguieron sirviendo a Cristo en los peregrinos.
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