A lo largo del s. XIX fueron muchos los peregrinos que pasaron junto a Magdala, llamada entonces Mejdel o el-Mejdel, pero no vieron mucho más que una aldea de escasísimo interés.
El geógrafo suizo Johann Ludwig Burckhard escribe en 1822: Junto al monte Arbel “se encuentra la miserable aldea de el-Mejdel”. Por la misma época el periodista británico James S. Buckingham menciona también la “pequeña aldea llamada Mejdel, donde viven unas pocas familias musulmanas”; entre las casuchas, Buckingham distingue “los vestigios de una antigua torre cuadrada”. Sin duda, se refiere a la torre que todavía hoy se puede ver y que los lugareños solían llamar “Sitti Mariam”. Entre 1850 y 1870 pasarían por allí dos egregios americanos: el capitán de la armada William F. Lynch y el poeta Bayard Taylor. El primero describe Mejdel como “una pobre aldea de unas cuarenta familias, todos felajín (campesinos)”, mientras que el segundo llama a Mejdel “una pequeña aldea miserable de casas de barro y techos de paja, casi oculta por por la maleza que crece a su alrededor”. Pero contemplando el inspirador paisaje a su alrededor, Taylor da rienda suelta a su vena poética: “Las aguas cristalinas del lago lavan aquí una playa de limpísimos guijarros. El camino serpentea a través de adelfas, azufaifos, manchas de malvarrosa, anís, hinojo y otras hierbas aromáticas, mientras que, al oeste, inmensos campos de cebada están ya maduros para la siega”.
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