Unidos a la Iglesia Universal, también nosotros aquí en Tierra Santa, hemos empezado 2025 con nuevo vigor espiritual, apoyados en las gracias del Año Jubilar. El Santo Padre, Papa Francisco, el día 24 de diciembre en Roma, inauguró un Año Santo, un año de especial perdón y misericordia de Dios, abriendo la Puerta Santa en la Basílica de San Pedro. Sucesivamente, el Patriarca de Jerusalén, Su Beatitud Cardenal Pierbattista Pizzaballa, el 29 de diciembre, tal como estaba previsto, dio inicio al Jubileo en la Tierra Santa con una solemne celebración en la Basílica de la Anunciación de Nazaret, acompañado por una extensa fila de Obispos Católicos, sacerdotes, religiosos, religiosas y fieles de diversas órdenes y parroquias de Tierra Santa.
“Peregrinos de la esperanza” es el tema central que eligió el Santo Padre para este Jubileo, expresado con detalle en la Bula de Convocación del 9 de mayo de 2024. Este es el documento oficial por el cual, además de indicar las fechas de apertura y clausura del Año Santo y sus modalidades de desarrollo, da a conocer los temas del Jubileo y los términos en los cuales es convocado por el Pontífice.
Las primeras palabras de la Bula ya nos confieren un profundo contenido. Están extraídas de la Carta de San Pablo a los Romanos: “la esperanza no defrauda” (Rm 5,5).
“El verbo utilizado por el Apóstol Pablo indica que la esperanza cristiana tiene un fundamento sólido en el hecho de que Dios nos acogió y justificó entregando a su Hijo por nosotros, y derramó su amor en nuestros corazones, que es gratuidad absoluta e inmerecida, mediante el don del Espíritu Santo. Por ello nuestra esperanza cristiana no debe confundirse con el vago deseo de un futuro mejor arraigado en una visión optimista de la vida, sino que debe entenderse como el fruto de la pasión, muerte y resurrección de Jesús, y el don del Espíritu que el Resucitado nos ha dado. La esperanza que no defrauda es la que brota del sepulcro vacío, es decir, de la Pascua de Jesús, de su resurrección.” (Pierbattista Pizzaballa)
En el mensaje de la AOCTS (Asamblea de los Ordinarios Católicos de la Tierra Santa) a los fieles de Tierra Santa, del 27 de diciembre de 2024, el Cardenal Pierbattista Pizzaballa además de explicar el concepto de esperanza, quiso también destacar algunos signos de nuestro particular contexto y citó, entre otros:
“(…) El primero y más importante que se nos señala es el anhelo de paz. En nuestras comunidades, afectadas por conflictos endémicos y por el azote de la guerra, el anhelo de paz es profundo.
Es un signo de esperanza que, incluso en tiempos económicos y sociales tan difíciles, tantas parejas jóvenes de nuestras comunidades hayan optado por formar una familia, casarse y quedarse en esta tierra nuestra.
Es un signo de esperanza que hayamos sabido acoger a los emigrantes, los desplazados y los refugiados, mostrando el rostro acogedor y solidario de la comunidad cristiana, que sabe superar los horizontes del nacionalismo religioso para vivir la apertura a la catolicidad, es decir, a la universalidad.
También hay que reconocer como signo de esperanza el testimonio de sacerdotes y religiosos que han compartido el sufrimiento de la gente, permaneciendo cerca de su pueblo.
También ha sido para nosotros un signo de esperanza la solidaridad que la Iglesia universal ha mostrado hacia la Iglesia que vive en Tierra Santa: con la oración y con gestos materiales concretos.
En la misma línea, hemos percibido como un signo de aliento a la esperanza la cercanía del Papa Francisco a todos los pueblos implicados en el conflicto y, en particular, a los cristianos de Tierra Santa, a través de numerosos gestos.”
Queridos amigos, el Jubileo de 2025 es una oportunidad para redescubrir el verdadero valor de la esperanza cristiana en nuestras vidas y para vivirla en profundidad al acoger los auténticos caminos que nos llevan a ella, al agradecer los constantes signos de esperanza que Dios – en su Divina Providencia – nos regala cada día y al corresponder a la gracia siendo nosotros también signos y testigos de esperanza para otras personas, en las circunstancias más rutineras que la vida nos presenta.
Como una invitación a la oración durante este Año Santo, les ofrecemos abajo la oración del Jubileo. Que estas palabras nos abran el alma para recibir las gracias que Dios nos quiere regalar:
Padre que estás en el cielo, la fe que nos has donado en tu Hijo Jesucristo, nuestro hermano, y la llama de caridad infundida en nuestros corazones por el Espíritu Santo, despierten en nosotros la bienaventurada esperanza en la venida de tu Reino.
Tu gracia nos transforme en dedicados cultivadores de las semillas del Evangelio que fermenten la humanidad y el cosmos, en espera confiada de los cielos nuevos y de la tierra nueva, cuando vencidas las fuerzas del mal, se manifestará para siempre tu gloria.
La gracia del Jubileo reavive en nosotros, Peregrinos de Esperanza, el anhelo de los bienes celestiales y derrame en el mundo entero la alegría y la paz de nuestro Redentor. A ti, Dios bendito eternamente, sea la alabanza y la gloria por los siglos.
Amén. (Papa Francisco)
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