Hola, mi nombre es Ana Laura, tengo 22 años y soy de una ciudad del estado de Guanajuato en México, fui voluntaria en Magdala por un mes, julio 2023. Recordar ese mes es sonreír, es extrañar con cariño, es un abrazo que quieres que dure toda la vida. Un mes parece ser poco; pero en Tierra Santa el tiempo es diferente, entregada al cien por ciento a Dios; los minutos no pasan como estamos acostumbrados. El tiempo que estuve ahí lo atesoro y atesoraré para siempre; con el anhelo de un día volver como voluntaria de ese cachito de cielo, donde recibí demasiados regalos.
Hace un año no tenía ni idea de aquel lugar, de qué era o qué me iba a poner hacer, pero de algo no tenía duda al aplicar; que Jesús iba conmigo y que lo iba a reconocer en muchos lugares y en personas que me encontraría por allá; estaba segura que estando allá, me iba a entregar completa a la tarea que se me diera.
Ser voluntaria implica mucho más que solo servir y eso lo entendí en mis primeros días.
Ser voluntaria implica amar, es encontrarte con una comunidad de voluntarios que desde antes que llegaras a la casa, ya te recibía como uno de ellos, éramos una familia y lo seguimos siendo.
Múltiples nacionalidades reunidas, que habían cruzado océanos para ayudar en lo que fuera que los necesitarán, en busca de un encuentro personal con Jesús entregando el corazón.
Mi experiencia me la puedo recordar como la de muchos otros voluntarios, llena de emoción y ansias por haber conocido tantos lugares hermosos, por aprender de una cultura diferente a la que no estábamos acostumbrados, con la posibilidad de enfrentarte a retos personales que implicarían salir de tu zona de confort, pero siempre en búsqueda de experimentar el gozo que nuestros corazones sabían que íbamos a vivir como voluntarios.
El ser parte de un proyecto que refleja el testimonio de Jesús es una bendición que todos debemos de experimentar y que yo como voluntaria de Magdala y del Encounter 2023 experimenté.
Tener la oportunidad de acompañar a tantos peregrinos al encuentro de un Dios que es amor, es capaz de llenar el corazón y de recargar de energía cualquier batería desgastada.
Es una mirada con cariño a todo aquel hermano que camina en esta tierra con los ojos bien puestos en el cielo.
Nunca olvidaré la frase de que “al cielo se llega en bola”, porque mientras seamos peregrinos en la Tierra, no faltará el amigo, el hermano, voluntario o desconocido que te ayude a dar el siguiente paso para reencontrarte con Jesús.
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