En este capítulo, los Reyes Magos continúan su viaje, guiados una vez más por la estrella que los lleva hacia el verdadero Rey. Después de haber hablado con Herodes, quien, furioso ante la amenaza a su poder, ordena la matanza de los inocentes, los magos se adentran más en la oscuridad, pero con la certeza de que están siendo guiados por un propósito divino.
Su camino los lleva a pasar por la tumba de Raquel, un lugar lleno de lamento, donde la historia de dolor y tristeza resuena en sus corazones. Sin embargo, en medio del lamento, descubren cómo la gloria de Dios se hace presente, transformando la oscuridad en luz y dándoles una nueva esperanza. Finalmente, los magos llegan al campo de los pastores, personas humildes y rechazadas por la sociedad, pero que ahora han sido elegidas por Dios para ser testigos de la gloria divina, esta gloria resplandeciente al igual que el oro que como los magos modernos, ofreceremos al Salvador. Los pastores, al igual que los magos, son llamados a ser portadores de esperanza, mensajeros del Evangelio y testigos de la verdadera luz que ha venido al mundo.
Que al igual que los magos y los pastores, podamos ser conscientes de la presencia divina en nuestras vidas y estar dispuestos a seguir la luz que nos guía, compartiendo la alegría del nacimiento de Cristo con los demás.