En 1875 vino a Magdala la inglesa Isabel Burton, al “pueblecito que vio nacer a nuestra pecadora santa María Magdalena, el ejemplo de esperanza para las mujeres desdichadas”. Burton cuenta que pudo ver la “tumba de un jeque (el-Ájami), nombre que indica un santón persa”. En efecto, hasta el año 1948, al norte de el-Mejdel había un árbol y ruinas que conmemoraban la tumba de Mohamed el-Ájami, y devotos musulmanes acudían a venerar aquel lugar. Ahora bien, quién fue este ínclito personaje, no ha habido manera de averiguarlo.
Burton continúa: “Se ve una tumba en una montaña, y se dice que es la tumba de Dina, hija de Jacob”. Las tumbas de Dina y tres de sus hermanos (los patriarcas Rubén, Simón y Leví) se puede encontrar todavía en la ladera sur del Wadi Hamam, cerca de las ruinas de Arbel. De estas tumbas hablan numerosos peregrinos judíos que pasaron por aquí durante la Edad Media.
A las tumbas que menciona Burton, tenemos que añadir una tercera: aquella que, con su pequeña cupulita junto a la carretera, se convertiría por mucho tiempo en el icono de Magdala. Se trata del mausoleo de Mohamed er-Raslán, y sospecho que allí acabaron también los restos mortales de el-Ájami cuando desapareció su tumba a mediados del s. XX. Tampoco ha habido manera de saber nada sobre la identidad de er-Raslán. Un día encontré por casualidad a un buen musulmán barriendo el mausoleo, y él me dijo con orgullo que aquello era la tumba de er-Raslán; pero cuando le pregunté quién era este, encogiendo los hombros confesó: “No tengo ni idea”.
Imagen: Felix Bonfils (1835-1885) tomada a mediados de 1800. National Photo Collection of Israel
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