Los Misterios Dolorosos se rezan los martes y viernes y abordan el sufrimiento y la pasión de Jesús dando testimonio de su sacrificio para la redención de la humanidad.
Primer Misterio Doloroso: La oración en el Huerto
"Entonces Jesús fue con ellos a un huerto, llamado Getsemaní, y dijo a sus discípulos: 'Sentaos aquí mientras voy a orar'. Y tomando consigo a Pedro y a los dos hijos de Zebedeo, comenzó a sentir tristeza y angustia. Entonces les dijo: 'Mi alma está triste hasta el punto de morir; quedaos aquí y velad conmigo'. Y adelantándose un poco, cayó rostro en tierra, y suplicaba así: 'Padre mío, si es posible, que pase de mí esta copa, pero no sea como yo quiero, sino como quieras tú'" (Mt 26, 36-39).
En el jardín de Getsemaní, Jesús experimenta una profunda angustia al enfrentar su pasión. Sin embargo, en su entrega total al Padre, nos enseña a confiar en Dios en los momentos de sufrimiento y prueba. Qué como Jesús estemos dispuestos a decir "hágase tu voluntad" en todos los momentos de nuestra vida.
Segundo Misterio Doloroso: La flagelación de Jesús atado a la columna
"Pilato puso en libertad a Barrabás; y a Jesús, después de haberlo hecho azotar, lo entregó para que fuera crucificado" (Mt 27, 26).
Jesús soporta golpes y azotes, un sufrimiento indescriptible que afronta en silencio y con amor. Cada latigazo es una manifestación de su sacrificio por la humanidad, un recordatorio de su profundo amor y entrega. A través de su dolor, Jesús nos muestra el camino de la paciencia y el perdón, transformando el sufrimiento en una fuente de redención. Vivamos con un corazón renovado, agradecidos por el sacrificio que nos otorga la salvación, y sigamos su ejemplo de amor y perseverancia.
Tercer Misterio Doloroso: La coronación de espinas
«Entonces los soldados del procurador llevaron consigo a Jesús al pretorio y reunieron alrededor de él a toda la cohorte. Lo desnudaron y le echaron encima un manto de púrpura y, trenzando una corona de espinas, se la pusieron sobre la cabeza, y en su mano derecha una caña, y doblando la rodilla delante de él, le hacían burla diciendo: 'Salve, Rey de los judíos'". (Mt 27, 27-29)
Jesús soporta una dolorosa burla y humillación al ser coronado con espinas y vestido con un manto púrpura, nos muestra su profundo amor al aceptar este sufrimiento en silencio. Somos llamados a reconocer el sacrificio de Jesús como un acto de amor incondicional y a reflexionar sobre cómo podemos responder a este amor viviendo con humildad y compasión, buscando en nuestra vida el servicio y el amor genuino hacia los demás.
Cuarto Misterio Doloroso: Jesús con la Cruz a cuestas camino del Calvario
«Y obligaron a uno que pasaba, a Simón de Cirene, que volvía del campo, el padre de Alejandro y de Rufo, a que llevara su cruz. Lo condujeron al lugar del Gólgota, que quiere decir de la 'Calavera'" (Mc 15, 21-22).
Jesús, agotado y lleno de dolor, lleva su cruz camino al Calvario. Cada paso que da es una manifestación de su inmenso amor por nosotros. Al enfrentar nuestras propias dificultades y sufrimientos, estamos llamados a tomar nuestra cruz y seguir su ejemplo. En la unión de nuestras pruebas con la cruz de Cristo, descubrimos la verdadera salvación y transformación. Así, nuestras cargas se convierten en una senda de fe y redención, en la que experimentamos la fortaleza y la gracia que nos ofrece el Señor.
Quinto Misterio Doloroso: La crucifixión y muerte de Jesús
"Llegados al lugar llamado 'La Calavera', le crucificaron allí a él y a los dos malhechores, uno a la derecha y otro a la izquierda. Jesús decía: 'Padre, perdónales, porque no saben lo que hacen'... Era ya eso de mediodía cuando, al eclipsarse el sol, hubo oscuridad sobre toda la tierra hasta la media tarde. El velo del Santuario se rasgó por medio y Jesús, dando un fuerte grito dijo: 'Padre, en tus manos pongo mi espíritu' y, dicho esto, expiró" (Lc 23, 33-46).
En el Gólgota, contemplamos a Jesús, crucificado por amor. En el último aliento de Cristo, la redención del mundo se cumple, y el sacrificio de Jesús transforma el dolor en esperanza y la muerte en vida. Su sacrificio abre las puertas del cielo para todos nosotros y nos invita a vivir en la luz de su amor y perdón. Renovemos nuestra gratitud y fe, sabiendo que, a través de su cruz, hemos sido salvados y llamados a vivir con un propósito renovado en su gracia.
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